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  • Foto del escritorAbierto Hasta el Amanecer

Una tarde cualquiera

Mirando el cielo encapotado, temiendo que empezara a llover y tener que soportar el fastidio de mancharme los zapatos de barro, esperaba al señor Williams.


Ignoraba el motivo por el que me citó; de lo que estaba segura era que escogió una hora poco conveniente. Pensé que debía tratarse de un asunto muy importante, ya que faltaban pocas semanas para que se casara con mi prima. De lo contrario, sería capaz de dejarle plantado delante de sus propias narices. Llegó tan puntual que lamenté un poco no poder disfrutar de la tarde en soledad.


—Margaret, le estuve dando mil vueltas hasta que tuve valor para decidirme. Voy a dejarlo todo… porque te amo.


Estuve queriéndole tanto tiempo en secreto que su confesión me pareció una burla.


— ¡Imposible! Si mi prima me supera hasta en belleza. Nadie como usted, en su sano juicio, la sustituiría por mí.


—Margaret, eres libre de aceptarme o rechazarme, pero te pido que al menos me escuches.

Tomándome de la mano, comenzó a exponer un discurso que me pareció de ensueño.


—Puede que Elizabeth sea hermosa, pero no tan elocuente e interesante como tú. Y esa sonrisa tuya, tan radiante como las estrellas en el cielo nocturno, hace que me oprima el pecho. Desde hace un tiempo, no puedo dejar de pensar en ti. Cuando no estás, siento que me falta algo.

La mirada del señor Williams no podía ser más sincera. Incluso hablaba con un ligero temblor en su voz, como si temiera que le rechazara. En ese preciso instante, el cielo se despejó como haciéndose testigo del crucial momento.


— ¡Margaret! Tu taza de té está esperando en la mesa. No querrás que se te enfríe, ¿verdad?

Mi madre, con un tono muy animado, me llamaba desde la sala de estar. Parecía tan real lo que antes lo que antes estaba ocurriendo… Esto me pasa por quedarme dormida cuando me entrego a la lectura.


Coloqué el libro de Jane Austen sobre la mesita y me levanté del sillón de mi habitación, dispuesta a tomarte el té con mi madre como todos los días. Al menos pude olvidarme de cómo lidiar con las facturas por un rato.


Autora: Úrsula Melgar Arjona

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