Fue en el siglo XVIII, en un diminuto pueblo del sur de Inglaterra, cuando vino a este mundo una mujer que, a pesar de las dificultades, llegaría a escribir su nombre con letras de oro en la historia literaria al tiempo que con tinta y pluma nos dejaba para el recuerdo algunos de los personajes más recordados de la novela costumbrista.
Reinaba por aquel entonces Jorge III en el trono de un reino que no llegaría a unirse a su isla vecina hasta unos años después, y que empezaba a afrontar los cambios sociales fruto de la industrialización y de las revoluciones que posibilitarían a la burguesía agraria ascender como clase social. Sin embargo, por mucho que la sociedad cambiase, había algo que seguiría siendo igual: la educación de las mujeres no era algo que preocupase a nadie.
No obstante, la fortuna estaba del lado de nuestra protagonista, pues su padre, en su condición de reverendo instructor de jóvenes, decidió educar a sus dos hijas al igual que a sus seis hermanos varones. Y fue así como en un ambiente rural, esta mujer fue creciendo hasta que la chispa de la literatura alumbró en ella una hoguera que ardería por siempre, dando luz a obras inmortales.
Y fue así, orgullosa, fuerte, como las mujeres que más tarde habrían de convertirse en las protagonistas de sus novelas como aquella joven, aquella mujer de campo, hija del pastor, pudo vencer los prejuicios de una sociedad que se resistía a abandonar las costumbres del pasado. Con obras escritas con el sentido que sólo una mente brillante podía concebir. Obras llenas de una sensibilidad que aún hoy nos emociona. Obras que podían persuadir hasta al más frío corazón arrancando emociones universales.
Hace ya más de doscientos años que esta mujer nos dejó. Sin embrago nunca olvidaremos su nombre. Un nombre que resonará por siempre en nuestras bibliotecas: Jane.
Autor: Javier de Miguel Cerrada