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  • Foto del escritorAbierto Hasta el Amanecer

La decisión

Era allí en nuestra propia habitación donde soñaba con amores tranquilos, esas historias que describía Jane Hausten, si, puedo reconocer que me refugiaba en sus historias, casi puedo asegurar que apaciguaban mi ansiedad, pintaban aquellas paredes de nuestra habitación de colores pastel, llenando las ventanas de dulzura y también como no me hacían soñar…


Soñaba con ser una dama y tener a un hombre que me cortejara, pero mi realidad era diferente, en aquella habitación de hotel, lo esperaba a él, a ese que miraba al bajar del coche si alguien lo vigilaba, siempre con el mismo miedo...


Ya no sabía bien cuando empezó esto, ni siquiera sabía cuando esa habitación de hotel, pasó a ser nuestra habitación, quizás empezó como un juego, que se hizo costumbre, pero nunca se convirtió en amor, no por su parte, tardé mucho tiempo en entenderlo, quizás no lo quería ver o tal vez tuvo que ser ella, Jane, la que me ayudara a comprenderlo, mi maestra del amor, con esas historias de final feliz que me hieren el alma, al saber que la mía nunca sería así, yo no podría recorrer la campiña de la mano de mi amado, como aquellas mujeres que admiraba, yo siempre tenía que esperarlo en nuestra habitación, en esa fría cárcel que ya se había convertido donde como único refugio mientras las manecillas del reloj pasaban tenían la lectura, en esas paginas en las que quería encontrar el valor para ser dueña de mi propia vida, así lo decía Jane, en aquellas mujeres que amaban pero que también se amaban a ellas mismas, parecían llevarse por las normas de la sociedad, pero a la vez en el fondo buscaban su tranquilidad, huían de amores tormentosos siendo bien conocedoras que bravas mareas no llevan a ningún lado.


Sin embargo, yo me encontraba ahí, en un huracán de sentimientos, queriendo encontrar en aquellas paginas la tranquilidad de mi alma, incluso me atrevo a decir que deseaba la desdichas de ellas para apaciguar mi tristeza, pero como calmar a un corazón cuando la mente grita lo contrario.


Por eso aquella tarde de diciembre, al pasar la página mientras corría el tiempo de la espera, sentí que debía empezar de nuevo, que tenía que pasar realmente página, yo también me merecía un amor como aquellos, tomar las riendas de mi destino, disfrutar de un cortejo o simplemente estar sola, tal vez el amor no era condición indispensable para vivir, no lo sabría hasta que reuniera el valor para hacer lo que ya mucho tiempo me rondaba la cabeza, puede que nunca encontrase el amor, pero lo que aquella tarde descubrí que para amar tendría que salir de nuestra habitación…



Autora: María de la Paz Valero Uceda

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