Mary, Mary Westmacott, dulce, apasionada y pura. El romanticismo lo lleva por bandera y todo aquel que leÃa sus obras se lanzaba a un abismo de rosas, corazones y delirios. Sin embargo, nadie sabÃa de ella, todo eran rumores y sospechas, secretos a voces.
Su nombre resonaba entre el gentÃo de una ciudad con vida, en las paredes de los viejos burdeles y en la recepción de los salones más prestigiosos. No tenÃa rostro, no tenÃa voz, no habÃa forma alguna de describirla. Tan solo las hondas palabras de amor que se dibujaban en sus pensamientos podÃan hacer referencia a lo que un dÃa habÃa querido ser.
Que oportuna la vida, cuanto más querÃa conocerla, más se alejaba. Un dÃa sabÃa acerca de su paradero y al siguiente se desvanecÃa, como un suspiro entrecortado. Loco por ella, por un espejismo, por una sombra.
Tal vez fue eso lo que mantuvo su atractivo, tal vez el anonimato que llevó con tanto descaro y picardÃa consiguieron hacer de ella una estrella en toda su totalidad, al fin y al cabo siempre lo habÃa sido. Alabada por la crÃtica del momento, se metió a todo el público en los bolsillos incluyéndome a mÃ. Hizo que perdiera los modales y los estribos.
Muchos consideraron mi tiempo invertido en perdido, pero siempre he creÃdo que vida solo hay una y que si de amor se trata, yo soy capaz de deshacerme de toda cordura. Soy capaz de invocar el cariño de una mujer misteriosa y oculta, una mujer prácticamente inexistente.
Autora: MarÃa Lara