Eran las siete de la mañana cuando se descubrió el cadáver. Lo encontró Helga, la pequeña de la familia, que tropezó con él en su loca carrera hacia el dormitorio de su hermano mayor, en el ritual diario de saltar sobre su cara para despertarlo. Sin embargo, fueron los gritos en lugar del rechoncho trasero de su hermanita los que despertaron a Edgar.
- ¿Qué ocurre Helga? – preguntó somnoliento. Pero antes de que la desconsolada chiquilla pudiera articular palabra, lo vio: El cadáver aún caliente de Miau, el gato gordo y mimado de la casa.
Sus padres se encontraban trabajando y los dos niños se hallaban solos en la vivienda en ese momento. El mayor ordenó a la testigo principal que no tocara nada y corrió a la habitación de sus padres. Regresó unos minutos más tarde vestido con un smokingde su padre, con pajarita a juego. Se habÃa colocado encima y de cualquier manera una gabardina gris y coronado con un bombÃn del mismo color. Sin olvidar el logrado detalle del bigote pintado con el lápiz de ojos de su madre.
- ¡Te pareces al señor gordo de la portada de tus libros! – exclamó la pequeña.
- ¡Hércules Poirot no está gordo, es ancho de hombros! – contestó el muchacho con semblante ofendido. Tras lo que carraspeo e intentó ponerse lo más digno de lo que fue capaz. - ¿Es usted Helga, cierto? ¿Qué estaba haciendo entre las seis y las siete de hoy?
- ¿Que tonterÃas estas diciendo Edgar? Obviamente estaba durmiendo. – se defendió la niña claramente molesta por la insinuación. Al fin y al cabo, Miau era tan familiar suyo como de su ridÃculo hermano.
-Llámeme señor Poirot por favor. Bien, si lo que dice es cierto y estuvo durmiendo hasta las siete en punto y sabemos por la temperatura del cuerpo que su muerte se produjo en algún momento entre las seis y las siete. Esto lo descarta, asà como también a sus padres que se marcharon sobre las cinco.
- ¿Y qué hacÃas tu Edgar? Si no salto sobre ti cada mañana no eres capaz de despertarte, pero hoy has aparecido justo después de que encontrara a Miau…
-Sus inútiles acusaciones no nos acercan al asesino señorita, yo también tengo un gato. Soy Hércules Poirot y me envÃa su hermano Edgar que fue despertado por sus gritos. Ya he comprobado su coartada y esta tan limpio como usted. PermÃtame que revise el cadáver con más detenimiento. – El detective se agacho para comprobar si habÃa signos de violencia cuando el gato se reincorporo y se marchó zigzagueando como si tal cosa.
- ¡Narcolepsia! – Gritó el detective esclarecedoramente, mientras su hermana corrÃa feliz tras la falsa victima…
Autor: Daniel Rosado