Mientras que caminaba por la calle notó que no todo era como siempre. Algo no estaba del todo bien. La hora era la de siempre, pero habÃa algo raro. Todos los miércoles a las 19hs volvÃa a su casa desde inglés. Religiosamente. A medida que se acercaba a la verja, notó la diferencia. Eran las luces de su casa. Estaban apagadas. No habÃa ni una sola luz prendida.Para colmo de males, tampoco se escuchaba ladrar al perro.
La inquietud se apoderó de ella. La indecisión también. DebÃa entrar y ver qué sucedÃa. O quizás no. Tal vez lo mejor era llamar a alguien y esperar a que acuda a salvarla.Desesperación. Indecisión multiplicada. También podÃa llamar y entrar mientras ese alguien llegaba. Lo único que tenÃa claro es que debÃa hacer algo. Aunque no supiera qué. El tiempo pasaba y ella seguÃa en la puerta de su casa inmóvil. Encima, ningún vecino a la vista. ¿PodÃa ser todavÃa peor? Pues, sÃ.
De repente, se escucha un estruendo que viene de dentro. Tic tac. Los acontecimientos se siguen sumando. Por fin se decide. Hará algo. Piensa que quizás alguien de su familia podrÃa estar sufriendo algún ataque epiléptico o cardÃaco o múltiple. Asà que, mientras antes se llame a la ambulancia mejor.
Toma coraje y lo acompaña de una gran bocanada de aire. Mete la llave en el cerrojo y la gira lentamente. La puerta se abre. Todo va bien. Decide espiar primero.
Pepita habÃa sido asesinada. Inevitablemente, una sonrisa comienza a dibujarse en su rostro. La tensión desaparece. La sangre caÃa sobre la mesa ratona de la entrada. No habÃa nada que hacer por su querida muñeca.DebÃa encontrar el arma homicida. No podÃa confiar en nadie. Todos los miembros de su familia eran sospechosos, incluido el perro. El nuevo desafÃo comenzaba, pero el reto era el de siempre: sobrevivir a un padre fanático de Agatha Christie.
Autora: Are